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Ciudadanía Digital

Las Tecnologías de Información y Comunicación han provocado la creación de nuevos espacios sociales y formas de comunicación, así como el desarrollo de habilidades, hábitos, actitudes y conocimientos que las personas -muchas integradas en comunidades digitales-, utilizamos para participar, aprender, interrelacionarnos y construir nuestras sociedades, ciudades y países.

Más allá de que lo sepamos o lo comprendamos, nos encontramos inmersos en la era digital.   Desde finales del siglo XX, impulsado por la Cuarta Revolución Industrial, el encuentro entre las personas y el mundo digital se ha venido intensificando y transformando radicalmente la realidad en todos los ámbitos, social, económico, político y cultural, puesto que se ha constituido ese nuevo espacio de interacción-actuación que es el internet.

En este mundo cambiante y en plena era digital, emergió la pandemia del COVID-19, y con ella, millones de personas en todo el planeta nos hemos visto en la necesidad de trasladar de manera abrupta nuestro trabajo, estudio y parte de nuestra vida social, al entorno virtual

¿Significa esto que ya somos ciudadanas y ciudadanos digitales?

No necesariamente.   El concepto de ciudadanía digital, que es muy reciente y aún está en construcción,  va mucho más allá del conocimiento y uso de las nuevas TIC.

Según la UNESCO, la ciudadanía digital es un conjunto de habilidades que permite a las ciudadanas y ciudadanos “acceder, recuperar, comprender, evaluar y utilizar, crear y compartir información y medios en todos los formatos, utilizando varias herramientas de manera crítica, ética y forma efectiva de participar y comprometerse en actividades personales, profesionales y sociales”.

De acuerdo con esta definición, la transformación digital pasa por el desarrollo de ciudadanos y ciudadanas digitales, que son personas con capacidad para:

  • Aprovechar el potencial de las nuevas tecnologías y confiar en un entorno digital.
  • Conectarse con el gobierno en línea y hacer uso de los servicios digitales.
  • Conocer los derechos asociados con el entorno digital, como el acceso a la información pública y los derechos de protección de datos personales.
  • Administrar los riesgos asociados con el entorno digital, enfrentándolos a través del comportamiento preventivo y sabiendo a dónde ir si surgen problemas.
  • Desarrollar un pensamiento crítico, incluida la capacidad de discriminar entre contenido verdadero y falso.
  • Comprender la lógica de los intereses comerciales y las implicaciones detrás del uso de nuevas tecnologías.

En consecuencia, la ciudadanía digital requiere al menos tres condiciones: acceso a internet (contar con una conexión de banda ancha y con el equipo necesario para conectarse),  conocimiento en el manejo de las herramientas de internet y habilidades básicas para navegar  y reconocimiento de la utilidad de internet para la interacción social, económica, política y cultural.

De aquí que resulte clave el desarrollo de una verdadera alfabetización digital entre las y los ciudadanos, para que adquieran las competencias que les permitan reflexionar críticamente sobre la información que reciben, comprender el impacto social y económico de la tecnología, al tiempo que se respetan las leyes y se defienden los derechos de todas las personas en un entorno digital.

En resumen, la ciudadanía digital está relacionada con la capacidad de utilizar la tecnología y los medios digitales de una manera segura, responsable, crítica y efectiva, contribuyendo al ejercicio de una nueva y más amplia cultura democrática.

En nuestros países, el ejercicio de esa ciudadanía digital es aún un proceso incipiente y  lento, entre otras causas porque la mayoría de la población carece de acceso a internet, a pesar que ahora es un bien común y se busca que sea reconocido como un derecho básico para las personas.

La Unión Internacional de Telecomunicaciones señala que en el 2019 un 53% de las personas en los países en desarrollo aún no usaban internet, evidenciando una gigante brecha digital.

Esta realidad nos indica que para generar condiciones que permitan el ejercicio de una ciudadanía digital, nuestros países deberán, en primer lugar, garantizar una amplia cobertura de infraestructura de telecomunicaciones, y que la mayoría de los hogares estén conectados con fibra óptica y con tarifas de conexión a internet que sean baratas y rápidas. Y, en segundo lugar, propiciar procesos de alfabetización y formación digital.  Esto implica un esfuerzo conjunto del Estado, la academia, las empresas y la sociedad civil organizada.

Por eso, en Afán consideramos que, desde una perspectiva democrática, la construcción de ciudadanía digital es un desafío no solamente tecnológico, sino también social y cultural que requiere un cambio de paradigma y un fuerte compromiso de los tomadores de decisiones y de los demás actores de nuestras sociedades.  Y nadie debe quedarse atrás.

 

 

 

 

Alberto Enríquez Villacorta
08 de abril de 2021
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