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 Tenemos un problema de comunicación personal y organizacional

Esta es la afirmación que más escuchamos repetir en el ámbito familiar, de pareja y sobretodo en el organizacional. Pero ¿qué tan cierta es?

La palabra comunicación tiene su origen etimológico en communicatio y communicāre, del latín, que se traducen como “compartir”, poner en común, participación entre varios, causa mutua. Eso nos hace preguntarnos: ¿será que el «problema» de fondo estriba en cómo compartimos o como nos compartimos?

Lo que los miembros de un equipo hacen es compartir ideas, propuestas, planes y proyectos, y los impulsa la intención de construir y compartir un mejor nivel de desempeño personal y colectivo. Ahora bien, si este objetivo es excelente, positivo y de impacto para todos  ¿por qué se desdibuja en el camino?

Logramos «compartir» o comunicar asertivamente si somos capaces de influenciar voluntades (del francés influencer) , para así conseguir resultados reales, siendo la capacidad de influenciar la principal característica del liderazgo. Es lograr que una o más personas piensen o hagan algo que por sí solas no harían, no decirles que hacer. Pero todo se complica cuando ese propósito no significa lo mismo para todos, cuando bajo la mesa existen agendas ocultas o intereses personales y deseo de control.

En consecuencia podemos concluir que el primer pilar de una excelente comunicación es que el propósito central sea superior a los objetivos individuales. Aquí es dónde nace el enfoque, la visión global, la pasión por ser parte activa en la construcción de un resultado, lograr algo junto con otros.

El segundo pilar sería entonces, la conexión emocional auténtica, esa profunda compenetración que va acompañada de integridad, valores y confianza. La comunicación asertiva nace de la credibilidad propia y de otras personas que nos rodean, más allá de sus roles, vivencias, intereses y perspectivas. Esta conexión se logra a través de la principal herramienta de la comunicación “la escucha activa” cuyo objetivo es entender y empatizar, y no necesariamente por ello estar de acuerdo con una u otras personas.

Esta conexión implica gestionar la percepción que se tiene de los otros, por si eso hiciera ruido en la relación. Debemos hacer consciencia de factores mutuos y del entorno que influyen en nuestra manera de «compartir» o sea, de comunicar. Recuerda que existen tres vías de comunicación o lenguaje y cada una tiene un impacto: lenguaje corporal o no verbal (80% del impacto), la inflexión de la voz (13% del impacto) y las palabras (7% del impacto).

Finalmente debemos agregar otro pilar, característico de los grandes comunicadores: la flexibilidad. Si el objetivo de la comunicación es el «compartir», entonces la imposición no cabe nunca en cualquier vínculo personal o de equipo.

Luis “chino” Enríquez Villacorta
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