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América Latina: democracia y ciudadanía

El informe de la Corporación Latinobarómetro 2021 (disponible en https://www.latinobarometro.org/latContents.jsp) empieza con este párrafo: “Una ola recorre América Latina consecuencia del egoísmo de las elites, es la ola de la escasez de mayorías. En este último ciclo electoral los nuevos presidentes enfrentan creciente atomización de los parlamentos, aumento de movimientos y partidos nuevos, así como el fin de los viejos. La gobernabilidad se aleja, augurando tiempos complejos para la región”.

Esa “ola” que vivimos en Latinoamérica es variopinta: conflictos y levantamientos populares en Chile, Ecuador y Colombia, autoritarismo en Venezuela y Nicaragua, populismo autocrático en El Salvador, crisis políticas y sociales que desencadenaron procesos eleccionarios con cambios importantes como los ocurridos en Bolivia y Honduras.

Todas estas dinámicas ocurren en una región en la que vive el 8% de la población mundial, pero que durante el año 2020 acumuló el 20% del total de contagios y el 30% de los fallecimientos por Covid-19, y en la que 50 millones de personas se sumaron a la pobreza.

Los datos presentados por Latinobarómetro ratifican que estamos viviendo en un escenario complejo que se ha venido fraguando desde hace tiempo: los latinoamericanos confían poco en la democracia, tienen una percepción creciente de corrupción en la administración pública y para una parte importante de las personas es aceptable que existan regímenes autoritarios o le da lo mismo vivir en democracia o no.

En medio de todo esto, vale la pena preguntarnos qué es lo que está en crisis: ¿el sistema de partidos políticos, la gobernanza y el liderazgo público, la calidad de la ciudadanía? La respuesta parece obvia, pero nos está costando decirlo fuerte y claro: es una crisis sistémica que afecta integralmente el modelo de sociedad que tenemos.

Ante toda esta situación, una pregunta lógica es: ¿qué hacemos?

Desde la perspectiva del pensamiento político, está claro que necesitamos construir nuevas ideas, nuevos modelos y otras formas de hacer las cosas, porque lo que tenemos no ha funcionado para la mayoría de la población y solo ha generado beneficios para pequeñas élites.

Construir y poner en marcha nuevos paradigmas para superar la crisis actual implica entender que la realidad latinoamericana, presenta tendencias y relaciones cada vez más fuertes entre lo local y lo global, pero también tiene particularidades y construcciones socio históricas propias y diferencias en las correlaciones internas de sus sociedades, así como en sus acumulaciones y posibilidades concretas.

En ese escenario, Latinobarómetro señala una tendencia importante: “los latinoamericanos ya no toleran los gobiernos que defienden los intereses de unos pocos, la concentración de la riqueza, la escasez de justicia, la debilidad de las garantías civiles y políticas, así́ como la tardanza en la construcción de garantías sociales”. También resulta muy relevante la relación que establece entre la mala salud de nuestras democracias y la crisis de los Estados; ya que en la medida que se deteriora la calidad de su institucionalidad, funcionamiento y relación con la ciudadanía, también se degrada la calidad y la percepción sobre la democracia.

En AFAN sostenemos que no podemos perder de vista la importancia que tiene contar con Estados fuertes, inteligentes y capaces de resolver los problemas de las personas, gestionando los asuntos públicos con transparencia, probidad, apego a la legalidad y legitimidad respecto a los intereses de las mayorías.

También asumimos que ciudadanías fuertes, informadas e inteligentes, son el correlato necesario para que las administraciones públicas funcionen bien y para que se desarrollen procesos sociales y políticos realmente transformadores y vigorosos. Lamentablemente en estos tiempos y sobre todo en países como Honduras, Guatemala y El Salvador, parece que en los dos lados de la fórmula tenemos problemas.

El camino está resultando difícil, con avances en algunos países y profundos retrocesos en otros, pero una lección que en la historia pasada y reciente se reitera es que los excesos y abusos cometidos por las élites políticas y económicas solo son posibles cuando la ciudadanía los admite y se detienen cuando ésta lo decide.

Carlos M. Saénz
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