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Derecho a decidir y voto inteligente

América Latina vive actualmente una crisis marcada por el irrespeto a los derechos humanos, la violencia y la corrupción. En las últimas décadas, asistimos a un auge de amplios sectores sociales y populares descontentos con las élites en el poder y la falta de respuesta de los gobiernos a sus necesidades y demandas;  debido a lo cual, dicha crisis se marca también por la desconfianza en las instituciones, incluyendo al sistema de partidos políticos tradicionales, cuyas ideologías no se han modernizado y ya no representan a las nuevas sociedades, ahora más abiertas, educadas, informadas, organizadas y con un aumento significativo de la clase media que demanda servicios de calidad y no solo una mayor cobertura de los mismos.

Pero la desconfianza en los partidos políticos no se debe únicamente a su incapacidad de renovarse y ponerse a la altura de la época, sino a la falta de profundización de su democracia interna, a su débil generación de espacios para la participación y movilización de la ciudadanía, y a su poca conexión y mala comunicación con la gente, especialmente con las nuevas generaciones y las clases medias.

Lo anterior se ha visto reflejado en la ciudadanía a la hora de elegir nuevos gobernantes y ha dado lugar a dos tendencias crecientes: votar por actores emergentes que logran capitalizar el descontento ciudadano con los partidos tradicionales de derecha e izquierda (cuyas propuestas se basan en la promesa de alejarse de las viejas prácticas políticas); o decidir mostrar su descontento y desconfianza y no dar su voto a ningún partido político, ya sea anulándolo, absteniéndose (voto en blanco) o no asistiendo a las urnas el día de las elecciones.

Sin duda, ambas tendencias son un acto de libertad y constituyen también una acción ciudadana, pero en el caso de anular el voto, abstenerse o ausentarse es importante preguntarse ¿realmente logran mandar el mensaje de que ningún partido les representa y que el sistema político no funciona? ¿y dicho mensaje es tomado en cuenta y sirve de algo?

En países como El Salvador (al igual que en otros países de la región) nada está más lejos de la realidad. En primer lugar, porque si en determinadas elecciones se lograra un número de votos nulos y abstenciones que superara al número de votos válidos, obligando con ello al llamado de nuevas elecciones por parte del Tribunal Electoral, éstas deberían llevarse a cabo solo 30 días después de la primera contienda y la Constitución no es clara en que ello deba hacerse con candidatos nuevos, por lo que seguramente enfrentaríamos el mismo panorama dos veces.

Y en segundo lugar, y más importante, porque en este sistema electoral los votos nulos y abstenciones de todas maneras no son tomados en cuenta en el momento en que se determinan los escaños para cada partido político, dado que éstos se reparten según el total de votos válidos obtenidos por los partidos políticos, lo que significa que en lugar de ayudar a que le cueste más a los partidos políticos obtener escaños, en este sistema el voto nulo y la abstención siempre ayudará a alguno de éstos a obtenerlos.

Asimismo, ausentarse el día de los comicios y no ejercer el deber y derecho ciudadano al voto, en lugar de castigar a todos los partidos por igual, en los números también ayudará al que lleve la delantera en la contienda, ya que es un voto que no se otorga a otro partido político y por tanto, no resta puntos al favorito de los votantes. Sea como sea, siempre habrá un gobernante elegido.

Como puede verse, para lo único que sirve el voto nulo, la abstención y el ausentismo, es para medir la afluencia de los votantes en determinadas elecciones y aunque sea entendible el descontento con la clase política, es importante comprender que ir a votar no quiere decir que se pertenezca a un partido político o se esté de acuerdo plenamente con determinado candidato y sus propuestas (cuando las hay), sino que se quiere ser parte de las decisiones que toman los líderes y los gobiernos del país y que afectan directamente a todos por igual, y que lo haces ejerciendo tu derecho a votar (aunque nadie te represente y ejerzas solo un voto útil bien pensado), como un acto de participación ciudadana y según tus propios ideales para que nadie decida por ti.

Dicho lo anterior, debe aclararse que ejercer el derecho al voto es importante, pero insuficiente para hacer frente a la crisis que atraviesa la región si no lo combinamos con un derecho y deber mayor, como es participar en las transformaciones que requieren nuestros sistemas políticos para garantizar mayores niveles de democracia.

“ La hormiga, por odio a la cucaracha, votó por el insecticida.

Murieron todos, hasta el grillo que se abstuvo y el zompopo que votó en blanco.”

Fábula Anónima

María Elena Enríquez Moreno
jueves 25 de febrero 2021
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