¡No volverá nuestro mundo pre-pandemia que conocimos!

Afirmación que nos ha generado y nos sigue generando una explosión de emociones encontradas, que nos quita la energía, nos llena de dudas y sobretodo, nos pone a la defensiva ante el cuadro imaginario de ¡PERDER!

Las personas estamos enfrentando el agotamiento pandémico con diversos métodos, desde el consumo de alimentos en forma ansiosa, el consumo de tranquilizantes o coadyuvantes farmacéuticos, terapias de diferente índole, pasando por el ejercicio, yoga, la televisión, hasta la lectura de la Biblia, buscando respuestas que apuntalen nuestras creencias.

La única solución que yo he pòdido ir encontrando ante esta situación, que de paso no sobra decir que ya se hizo larga, para gestionar las emociones, es la ACEPTACIÓN. Esto no es nada fácil, pero dentro de un concepto que hemos bautizado como aceptología, debemos ir encontrando la forma de mantenernos en presente, en el hoy y en el ahora.

Esta sensación que es una incapacidad para experimentar placer en actividades que normalmente nos disfrutamos, llamada ANHEDONIA, es un problema energético-emocional que  resulta del estrés prolongado e imprevisible y que nos roba la capacidad de encontrar satisfacción en lo que hacemos.

Tras 14 meses de pandemia queda claro que muchas personas lo resentimos en diferentes formas y tomando en cuenta una encuesta realizada en los hogares en Estados Unidos del pasado mes de marzo, revela que el 37 por ciento de los encuestados se siente ansioso o deprimido, lo que no nos diferencia en latinoamérica, siendo un aumento considerable respecto a lo correspondiente a esos síntomas emocionales en 2019. No obstante, esta crisis también representa una extraordinaria oportunidad para cambiar.

Además de la aceptología, arte de aceptar una situación como tal y hacer lo que sí está en nuestra manos y evitar lo que no podemos controlar, existe otra herramienta conocida como resiliencia: capacidad del espíritu humano de sobreponerse ante cualquier situación adversa, es decir, la capacidad de levantarnos, de reinventarnos, de reconstruirnos, después de una situación negativa, destructiva, dónde existe o no alguna pérdida, donde vivimos un cambio de 180 grados en nuestras vidas, que nos lleva a un oscuro callejón que sentimos no tiene salida. La resiliencia nos brinda tres estrategias claramente definidas por la experiencia: capacidad de adaptarnos, el servir y preocuparnos por luchar contra la desigualdad y el aceptar la innovación inesperada provocada por una situación externa como lo es la pandemia.

Así que es una gran oportunidad de poner manos a la obra: “¿Qué mejor momento de transformación que ahora, cuando tu familia, amigos y compañeros de trabajo te han dejado de ver durante más de un año y tus actividades familiares, sociales y profesionales han cambiado en forma dramática, hasta el punto que podrían haberse olvidado de cómo eres?”.

Quiero terminar con un par de premisas que llaman a la acción: Si no cambias, te cambian, y un principio natural de la evolución: “El que no se adapta, muere”. La ciencia, como nos recuerda la escritora Olga Khazan, respalda la iniciativa: “los adultos también somos capaces de cambiar de forma positiva y significativa” pero yo insisto que solo hay una condición: ¡QUERER hacerlo!.